Pascua 2018

Carta Circular del Superior General

 

¡Ha resucitado, Alegraos!

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios

Cercanos a la Pascua, deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todos los familiares y personas asistidas en los Centros y Servicios de la Orden, mi felicitación pascual, con el deseo de que el Señor Resucitado llene de alegría y de esperanza a todos. ¡Feliz Pascua de Resurrección!.

La alegría de la Pascua da un giro y cambia nuestra vida, liberándola del pesimismo y de las oscuridades que con frecuencia nos invaden. Se trata de la alegría que tiene su fundamento en la Resurrrección de Cristo. En Él es posible la esperanza, porque Dios Padre lo ha resucitado, superando y venciendo el pecado, el sufrimiento y la muerte. Ninguna de estas realidades que oscurecen nuestra vida y nos hacen sufrir, será la última palabra, ninguna tiene poder sobre la vida que el Resucitado ha conquistado para todos y para siempre.

Nuestra fe y la liturgia de la Iglesia durante el tiempo pascual nos invita a vivir con intensidad la alegría de la Resurrección, que pasa por la experiencia del encuentro con el Resucitado.  Ha resucitado, no está aquí. Son las palabras del ángel a las mujeres que fueron al sepulcro con la tristeza propia de quien ha perdido a un ser querido y con la explosión de alegría que supuso ese mensaje y su posterior encuentro con Cristo. ¡Era verdad, está vivo!. Fue también la experiencia de los apóstoles y de los discípulos de Emaús y de tantas otras personas. También a nosotros se nos es dado vivir esta experiencia, si tenemos la audacia de abrir el corazón y los ojos de la fe para verle y sentirle vivo entre nosotros.

Es cierto que la realidad a veces no lo pone fácil, al contrario, lo pone muy dificil, a veces incluso lo lleva hasta el extremo. No es necesario enumerar la cantidad de situaciones dolorosas que producen exclusión, sufrimiento y muerte en nuestro mundo. A penas hace unos días, después de celebrar con mucha alegría la fiesta de nuestro Fundador, San Juan de Dios, justamente al día siguiente asistíamos a la muerte de un joven papá, que por los motivos que solo Dios sabe, decidió quitarse la vida, dejando a su hijo recien nacido y a su esposa. Se que es solo un ejemplo, de tantos casos de una y otra forma que suceden cada día. ¡Pero cuánto dolor!. Me impresionó. ¿Por qué Señor?. ¿Cómo anunciar la alegría de la vida y el amor de Dios, cuando suceden todas estas cosas, tan reales que a nadie nos extrañan y casi no nos afectan porque nuestras vidas no pueden resistir tanto dolor y tanta violencia?.

También es cierto que esta misma experiencia la vivió el propio Jesucristo. La fidelidad a su misión y al Padre, la audacia para no claudicar ni dejarse comprar por nada ni por nadie que le desviase de su proyecto, le llevó a la cruz, a la muerte más cruel. Su ejemplo ha sido seguido y sigue siéndolo presente  en la actualidad por muchos hombres y mujeres, unos por su misma causa, otros por otras causas pero con el mismo resultado. Sin embargo y ante tanto sufrimiento, Dios resucitó a su Hijo. Por eso y aunque la vida nos pone a veces en el límite e incluso más, como sucedió a Cristo, también para todos los hombres y mujeres, la vida triunfará sobre la muerte y tendrá la última palabra. Esa es la decisión de nuestro Padre Dios, que lo expresa en su primogénito, en Cristo, cuya Pascua, cuya Resurrección celebramos y de la que somos llamados a participar.

Decid a mis discípulos que vayan a Galilea, allí me encontrarán. He hecho otras veces alguna reflexión sobre esta indicación de Jesús a las mujeres. Es algo fundamental. La alegría de la Pascua es la alegría del encuentro con el Resucitado ya aquí en nuestra vida. Fue en Galilea donde inició Jesús su vida pública, su misión. Es en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro hospital o centro de trabajo, en nuestra parroquia o en nuestra comunidad donde existe nuestra particular Galilea. Desde allí cada uno somos llamados a encontrarnos con Jesús Resucitado y con Él a recorrer el camino de la vida siguiendo el Evangelio, descubriendo y señalando los signos de la vida y de la Resurrección; ayudando a superar los signos y realidades de muerte y oscuridad que cada día suceden, dando testimonio de nuestra fe y de nuestra experiencia con Cristo Vivo.

La hospitalidad es una expresión de la vida y del amor misericordioso de Dios, de la resurrección de Cristo. A través de ella somos llamados cada día a proclamar y hacer visible la vida que nos trae el Resucitado, a hacer posible la experiencia de la Pascua. Muchas veces curando, otras acompañando y consolando, otras orando ante la impotencia e implorando que Dios lo tome en sus manos y lo llene de vida con su amor, otras sirviendo y testimoniando la profecía de la hospitalidad, signo de la vida que vence la muerte. Ojalá que todos podamos vivir esta experiencia de la vida que proporciona la hospitalidad evangélica, según el espíritu de San Juan de Dios. 

Hemos terminado prácticamente los Capítulos Provinciales, en esta fecha solo queda la Provincia de Polonia que lo celebraremos en breve. Los Capítulos han sido una experiencia de vida nueva, que el Espiritu del Señor nos ha dado. Diría que han sido una experiencia de resurrección, de apertura a la vida y al futuro de la Orden en cada una de ellas. Ojalá que seamos fieles al Señor para que la hospitalidad de San Juan de Dios siga viva. El próximo año celebraremos el Capítulo General, será una nueva oportunidad para renovar y dar nueva vida a nuestra querida Orden y a toda la Familia de San Juan de Dios, abriéndonos al futuro que el Espíritu del Señor nos pide. Será la posibilidad de vivir y dar un signo de la vida que el Cristo Resucitado nos trae. Os invito a todos a orar y a prepararnos convenientemente desde este momento para este evento tan importante para nuestra Institución.          

De parte del Gobierno General y de toda la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General,  ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!. 

 

 

 

Hno. Jesús Etayo

Superior General

 
 

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