Pascua 2017

Carta Circular del Superior General

 

Se volvieron a Jerusalén

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios

A las puertas de la Semana Santa y de la Pascua, deseo enviar a toda la Familia de San Juan de Dios y a todos los familiares y personas asistidas en los Centros de la Orden, mi felicitación pascual, con el deseo de que el Señor Resucitado llene a todos de esperanza y de vida. ¡Feliz Pascua para todos!.

La experiencia del encuentro con Cristo Resucitado cambia la vida, la llena de sentido, de esperanza y de fuerza. Delante de muchas situaciones de desánimo, de cansancio, de sinsentido, de desesperanza, de depresión incluso, de haber tirado la toalla porque son vanos todos los esfuerzos, Cristo Resucitado nos ofrece superar todo ello y mucho más, porque Él con su resurrección lo ha vencido todo, también el pecado, el sufrimiento y la muerte.

En esta ocasión me quiero referir a la experiencia que vivieron los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35). Firmes y convencidos seguidores de Jesús, caen en la mayor de las decepciones con la muerte del Maestro. Nada les consolaba. Había sido un sueño bonito, pero solo un sueño. Todo había terminado. Habían decidido regresar a casa, volver a Emaús, a su orígen antes de conocer a Jesús.

La escena evangélica es fantástica. En ese regreso “a lo de siempre, a la desesperanza” el propio Resucitado les sale al encuentro. Estaban tan ciegos y tan desencantados de todo, que incluso les costó reconocerlo. El Maestro, con su excepcional pedagogía, poco a poco fue ayudándoles a salir del desánimo y a conectar con El, ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?. Pero sus ojos se abrieron definitivamente cuando le reconocieron al bendecir y al partir el pan. Ahí cambió todo, era verdad, estaba vivo, había resucitado y levantándose inmediatamente volvieron a Jerusalén. Volvieron al lugar donde estaba la nueva vida, la esperanza y la luz. Además tuvieron la sorpresa de encontrar al resto del grupo de discípulos, que de formas distintas y con diferentes experiencias también habían encontrado al Resucitado y ellos compartieron la suya y cómo le habían reconocido al partir el pan.

De este texto me gusta señalar que cuando llegaron a Emaús era ya tarde y aquellos discípulos tuvieron el gesto de hospitalidad de pedirle a aquel compañero de camino, que todavía no habían identificado, que se quedará con ellos, en su casa, para cenar, dormir y continuar el camino al día siguiente. Este gesto de hospitalidad les permitió durante la cena entenderlo todo y descubrir la presencia del Resucitado con ellos. La hospitalidad es fuente de vida. Aunque desanimados, aquel gesto de hospitalidad, les cambió la vida. Volvió la alegría. ¡Verdaderamente el Señor ha resucitado!.

En nuestro mundo, incluso en la Iglesia y en nuestra propia Familia Hospitalaria de San Juan de Dios, encontramos con frecuencia muchas personas cansadas, decepcionadas, desencantadas, deprimidas, que han tirado o están a punto de tirar la toalla. Seguramente no les faltan razones cuando analizamos la realidad que vivimos, de pobreza, de sufrimiento, de guerras y terrorismo, de corrupción y desempleo, de muchas otras situaciones, que tienen rostros de personas concretas. Ante ello tenemos también la tentación de volver a nuestro particular Emaús, a nuestro refugio sin esperanza. ¡No merece la pena seguir luchando, todo fue un sueño, esto no tiene futuro!.

Sin embargo la experiencia de los discípulos de Emaús es una llamada a todos a abrir los ojos del corazón, para descubrir al Señor Resucitado, el único capaz de liberarnos de todas las tentaciones anteriormente citadas y el único capaz de devolvernos permanentemente la esperanza y la confianza en la vida y en el futuro.

La hospitalidad es una vía privilegiada para encontrarnos con el Resucitado. Así como permitió a los discípulos desencantados reconocerlo, también lo es para nosotros. En cada gesto de hospitalidad con las personas, especialmente enfermas y necesitadas, podemos descubrirlo. Fue también la experiencia de San Juan de Dios y la de tantos seguidores suyos. Recientemente estuve en nuestros Centros de Liberia y Sierra Leona, que fueron azotados por la epidemia del ébola en 2014. Pude visitar las tumbas de nuestros Hermanos y miembros de nuestra Familia que dieron la vida en aquellos momentos. Sin duda su gesto de entrega y de hospitalidad ha sido fuente de vida y de esperanza para ellos mismos y también para todos nosotros y para muchas personas de aquellos lugares que ven poco a poco resugir los Centros asistenciales, al servicio de la vida de aquellos pueblos.

En este tiempo Pascual os invito a todos a atreveros a volver a Jerusalén, lugar del encuentro con los demás discípulos, hermanos y miembros de nuestra Familia, para contar y testimoniar nuestra experiencia del encuentro con el Cristo Resucitado, para cantar con alegría el ¡Aleluya de la Pascua!. ¡Verdaderamente ha resucitado!.  Que no nos venza más el desánimo, apostemos con esperanza y audacia por volver cada uno a nuestra particular Jerusalén, para seguir practicando la hospitalidad de San Juan de Dios, expresión genuina de la vida que nos trae el Resucitado.

De parte del Gobierno General y de toda la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios de la Curia General,  ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!. 

 

Hno. Jesús Etayo

Superior General 

 

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