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de agosto: solemnidad de San Agustín, obispo.
Hoy toda la Orden celebra con especial
solemnidad la memoria litúrgica de San Agustín, a cuya Regla se sometió el
entonces Instituto de Juan de Dios en 1572, con la bula Licet ex debito del
papa San Pío V.
San Agustín, nacido en Tagaste en 354, tuvo
una personalidad polifacética, ya que fue monje, obispo, filósofo y teólogo; en
resumen, un gran intelectual de su tiempo. Su búsqueda introspectiva de la
verdad como fundamento del conocimiento de sí mismo y de Dios le llevó a una
profunda reflexión sobre el concepto de paz, más válido que nunca en nuestro
contexto actual, en el que los conflictos siguen desafiando la dignidad humana
y la cohesión social. Las raíces de la paz, según Agustín, eran, y siguen siendo
válidas para nosotros: la justicia, el orden del amor, el diálogo y el perdón.
De una disposición justa de la voluntad entre
las personas y las comunidades nace el diálogo y se inicia una convivencia
basada en la verdad y en el bien del otro. Las partes pueden dialogar con
apertura, confianza y disposición al perdón. Amar al prójimo, incluso al
adversario, se convierte en una vía concreta para superar los contrastes y
transformar las divergencias en encuentros constructivos.
A esta perspectiva, San Juan de Dios añadió
una dimensión operativa: la paz es una práctica cotidiana de cuidado y servicio
a los vulnerables. La ética del cuidado, la acogida y la mediación entre
culturas diferentes se convierte en terreno de reconciliación y coexistencia.
La caridad, la hospitalidad, la asistencia a los pobres y el diálogo entre
religiones son lenguajes que transforman la distancia en encuentro y la
violencia en oportunidad de reconciliación.
En la visión de San Agustín y San Juan de
Dios, «Padres de la Orden», la paz es una fuerza creativa capaz de tender
puentes entre personas y comunidades diferentes y transformar los conflictos en
campos de colaboración.