La fuerza de la caridad

Ceremonia de inauguración del V Centenario del nacimiento de S. Juan de Dios

La fuerza de la Caridad

La fuerza de la Caridad

 

 

Mensaje del Hno. Pascual Piles, Superior General

en la apertura del V Centenario del nacimiento

 de San Juan de Dios

 

Montemor,o-novo (Portugal)

8 marzo 1995

 

 

 

1.       En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (1ª Jn 3, 16).

 

          Es la interpretación que hace San Juan de Jesucristo. Lo define como el amor, y la verdadera prueba de que nos ha amado tanto es que ha muerto por nosotros. San Juan hace además una llamada a la vida del cristiano. Jesús nos ha dado este testimonio, pero estamos llamados a hacer como él, a dar nuestras vidas por los demás.

 

          Este mensaje lo han aceptado muchas personas que, tomando como proyecto, desde Cristo, el vivir en función de los demás, se han entregado con toda su alma, con múltiples actitudes y actividades realizadas, teniendo como punto de mira el bien de su prójimo.

 

          Así lo intuyó Juan de Dios, un montemorense de los siglos XV y XVI, que vivió desde Cristo en función de los demás. Intuyó plenamente esta llamada, escuchando un sermón del Maestro de Avila en la ermita de los mártires de Granada, el día 20 de enero de 1539, fiesta de San Sebastián. Fortaleció, poco a poco, su respuesta, bajo la guía de San Juan de Avila, a quien tuvo como su Director espiritual, y desde entonces su vida fue una encarnación plena del amor, de la caridad y de la misericordia de Dios para con los hombres.

 

 

 

 

          Juan de Dios escogió como destinatarios los pobres, los enfermos y los necesitados, para hacer evidente el amor de Dios. Inició para ellos una obra, sin contar con recursos, sin apoyos externos. Más bien con dudas con respecto a su persona. La autenticidad de su planteamiento de amor a los demás, le hizo ganar poco a poco en credibilidad y fue reconocido y ayudado, no sólo por la ciudad de Granada, sino por toda Andalucía y España entera.

 

 

 

          Al celebrar la apertura del V Centenario de su nacimiento aquí en Montemor-o-novo, queremos proclamar con voz fuerte, que por todo lo que hizo, valoramos su vida como un canto de amor, como un canto de caridad. Lo hago para la ciudad de Montemor-o-novo, para todos los fieles de esta comarca que se han congregado aquí con motivo de esta celebración. Lo hago para la Orden: Hermanos Colaboradores: Trabajadores, Voluntarios y Bienhechores, Enfermos y necesitados. Lo hago para toda la Iglesia y el mundo entero. Sí, la vida de Juan de Dios fue un canto de amor. Entendió el signo de Cristo y como él se entregó hasta la muerte, que en su caso no fue una muerte cruenta, sino una muerte provocada por su deshacerse por los demás.

 

          El evocar hoy su recuerdo es para homenajearle. Todo se lo merece. Pero el mejor homenaje que podemos hacerle es que le imitemos con nuestras vidas. Cada uno desde el lugar que ocupamos en nuestra sociedad, cada uno desde nuestra identidad dentro de la Iglesia. Estamos llamados a vivir siendo amor, siendo caridad, siendo hospitalidad, como él.

 

          Nos sentimos Iglesia fundada por Jesucristo para realizar un proyecto de amor. La misma Iglesia que amó y de la que se sintió hijo fiel San Juan de Dios. La Iglesia que reconoció su santidad y que nos lo ha presentado como ejemplo de vida. La Iglesia que, en la persona del Santo Padre Juan Pablo II, se siente identificada con la apertura de este V Centenario del nacimiento de San Juan de Dios y ha querido hacerse presente enviándonos un Delegado suyo en la persona del Cardenal Fiorenzo Angelini, hermano nuestro, porque la Orden le concedió la Carta de Hermandad y Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios.

 

 

          Nuestra sociedad necesita de proyectos encarnados, fundamentados en el amor. Los políticos, los profesionales, los ciudadanos, creyentes y no creyentes, estamos llamados a crear una sociedad en la que se elimine la violencia, la marginación, la competitividad, la manipulación y se fundamente en la justicia, en la solidaridad, en el respeto a la dignidad de los demás, en el amor.

 

          La Orden está llamada a promover una sociedad en la que se atienda a las verdaderas necesidades de las personas y como Juan de Dios debe crear estructuras alternativas socio-sanitarias dignificantes para los enfermos, los pobres, los marginados. En donde sean tratados con humanismo, con técnica, con amor.

 

          Juan de Dios no fue hombre de palabras, más bien fue un hombre de vida, de mucha vida. No obstante, eso no quiere decir que no tuviera su filosofía y su teología del vivir. La tuvo y la plasmó no solamente viviendo, sino también en las Cartas que escribió. De ellas sacamos como legado, mensaje para nosotros hoy, las siguientes expresiones que analizaremos una por una.

 

         

 

2.       Tened siempre caridad, porque donde no hay caridad no hay Dios, aunque Dios en todo lugar está (Carta a Luis Bautista 15).

 

          Presenta el amor como elemento que posibilita la presencia de Dios en la realidad. Es un pensamiento bíblico expresado por el evangelio de Mateo (Cfr. 25, 39-40) y en la 1ª Carta de San Juan (Cfr. 4, 20). Teológicamente, sabemos que Dios está en todo lugar, sabemos que de forma real se encuentra en la Eucaristía, en su Palabra. Dios está también en el hermano, en el otro que debe ser tomado y tratado como hermano.

 

          De ahí, el que los proyectos que se fundamentan en la entrega a los demás, son proyectos que están aún sin querer, haciendo evidente la presencia de Dios. Sin embargo, los que se fundamentan en el medrar, en el dividir, en el violentar, en el agredir, anulan la presencia de Dios.

 

 

 

 

          Su palabra, la de Juan de Dios, es para nosotros interpelación. ¿Colaboro a la posibilidad de hacer presente a Dios en la vida o soy, más bien, persona que imposibilita su presencia?

 

          Hermanos, Colaboradores de la Orden, ciudadanos de Montemor-o-novo y del mundo entero, hagamos factible a través del amor la presencia de Dios en el mundo, cuyo único proyecto se fundamenta en el amor. Así lo hizo Juan de Dios.

 

 

 

3.       Si considerásemos lo grande que es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer el bien mientras pudiésemos (1ª Carta a la Duquesa de Sesa 13).

 

          Un proyecto de amor, puede además ser enriquecido por la experiencia del amor de Dios, que nos fortalece y nos da capacidad para darnos a los demás.

 

          Llegar a experimentar lo que Dios nos ama lleva consigo entrar en un clima de fe. La fe es un don y llegar a sentir personalmente la experiencia del amor de Dios es también un gran don.

 

          Sabemos que tenemos que vivir abiertos a los demás, en función de las necesidades de los demás, pero a veces nuestro egoísmo nos lo impide. Juan de Dios, desde la experiencia tenida en su propia carne del amor de Dios es como un motor acelerado. No puede dejar de hacer el bien. A todos, en todo momento, por cualquier causa. Desde la experiencia del amor de Dios se vida queda totalmente transformada.

 

          Nuestro último Capítulo General ha proclamado este año del Centenario como Año Jubilar pretendiendo que fuese para todas las personas vinculadas a la Orden, para todas las personas vinculadas a Juan de Dios de verdadera renovación espiritual. Que sea un año en que experimentemos, como Juan de Dios, el amor que Dios nos tiene, que nos capacite para no dejar nunca de hacer el bien mientras podamos.

 

 

 

 

          Programas de humanización de la asistencia, de cultura de la hospitalidad, de captación de las necesidades de nuestros acogidos y de sus familias, de integración y coordinación en la dedicación a la marginación, de aplicación de los planteamientos éticos de la asistencia, etc. Todo entra en el deseo de "no dejar nunca de hacer el bien mientras pudiésemos".

 

 

 

4.       Como el agua apaga el fuego, así la caridad borra el pecado (1ª Carta a la Duquesa de Sesa 13).

 

          Un proyecto de vida basado en la caridad, en el amor nos da carta blanca para nuestra vida. Es el "ama y haz lo que quieras" de San Agustín (Tratado sobre la 1ª Carta de San Juan, VIII, 8). Es el clima de amor que Juan de la Cruz considera que existirá en el momento definitivo: "Al atardecer de la vida te examinarán del amor" (Dichos de luz y amor 59).

 

          La persona que ama, que lo hace profundamente, no puede permanecer en el pecado. Son dos realidades que se repelen. El amor y el pecado no pueden convivir, el amor y el egoísmo son contrapuestos, no pueden darse al mismo tiempo.

 

          Dispongámonos a amar como lo hizo Juan de Dios. El problema es cuando queremos hacerlo a medias: sí pero no. Asumir las actitudes de Juan de Dios es lanzarse a la vida, con valentía, sin miedo pero con esperanza, con la ilusión de participar en un proyecto que vale la pena, con la certeza de que en la medida que amamos impedimos que aparezca en nosotros el pecado, no damos entrada al egoísmo, construimos fraternidad, nos convertimos en hospitalidad.

 

 

 

5.       Tened siempre caridad, pues ella es madre de todas las virtudes (3ª Carta a la Duquesa de Sesa 16).

 

          A mi entender ésta es la más englobante de las cuatro aportaciones de Juan de Dios: nos exhorta a tener caridad, a amar siempre, a que el amor sea actitud fundamental de nuestra vida. Porque hace que aparezcan todas las demás virtudes, es la madre de todas las virtudes. Donde hay amor se da todo, donde no existe el amor no se da nada.

 

          Os deseo que os abráis a una vida fundamentada en el amor, en la fraternidad, en la justicia. Participar en la apertura del V Centenario del nacimiento de San Juan de Dios y en los actos que se vayan celebrando es entrar en el clima del espíritu que él tuvo. El Centenario lo clausuraremos en Granada el próximo año, en la ciudad y en el día en que murió, pero nos comprometemos a trabajar siempre como él lo hizo en un proyecto de amor.

 

          Que el Centenario sea para todos nosotros posibilidad de experimentar de forma profunda la fuerza del amor.

 
 

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