Juan de Dios continua vivo en el tiempo

Mensaje para el 3°Centenario de la canonización de S. Juan de Dios

PRESENTACION

1.            INTRODUCCION

 

Nos dirigimos a toda la Orden, como Gobiemo General, al clausurar el III Centenario de la Canoniza­cin de nuestro Padre San Juan de Dios.

 

Nuestras palabras quieren ser de aliento y estímulo, por lo que hemos realizado en la historia y por lo que estamos llamados a realizar.

 

Nuestro mundo es difícil. El Santo Padre en su Ma­gisterio ha hecho alusin en varias ocasiones a las difi­cultades del siglo en que vivimos. Pero inmediatamen­te alude a que en épocas pasadas han existido otras, y nosotros hemos de ser quienes hemos de poner el sentido festivo y esperanzado a la realidad a la que pertenecemos.

 

1.1.    Recuerdo de la personalidad del Santo

 

Nos parece fundamental empezar esta reflexión con una referencia a nuestro Fundador. EI mismo do­cumento hemos querido tltularlo Juan de Dios sigue vivo. Analizando la trayectoria de su vida, el proceso de su centramiento en Cristo, la coherencia de su actua­cin frente a las necesidades de los demás, no pode­mos menos de sentirnos enamorados, entusiasmados con su ser, con su personalidad.

 

Un hombre casi insignificante, con unas condicio­nes sociolgicas y psicolgicas muy poco favorables. Abandono del hogar en la infancia, país extranjero, poca formacin, trabajo rudimentario, experiencias de la guerra..

 

De todo ello brota un hombre tocado por Dios, un hombre entero, cabal, capaz de entregarse con toda su alma a la obra a la que se siente Ilamado.

 

1.2.                  Elementos positivos de su figura

 

Queremos subrayar algunos de sus elementos posi­tivos. Cada uno de nosotros tiene una experiencia de nuestro Fundador. Se puede haber fijado en aspectos que nosotros ahora ni citamos y que para él pueden haber sido muy importantes o más importantes de los que indicamos. No importa. Lo que queremos es ofre­cer cinco aspectos que consideramos esenciales en su ser y que, para nosotros al menos, sintetizan todo el valor de su presencia histórica:

 

Su fe. Hemos querido empezar por éste, porque nos parece que Juan de Dios en su madurez es eso, un gran hombre de fe, un gran hombre de oración. Todo lo enfoca bajo este prisma. Para él ya no existe el con­flicto, ya no existe la diflcultad. Desde el signo de Cris­to todo se puede entender. Desde la fuerza de Cristo, por todo se puede comprometer. En EI puso toda su con fianza.

 

Su sensibilidaci ante el sufrir de los demás. Llega a ser la expresión de su vida. No puede quedar impasi­ble ante la desgracia del homhre a quien considera su prójimo. Reconociéndole un sentido festivo a su vida, tiene sus expresiones graciosas; sin embargo, se siente tocado ante cualquier necesidad. Ha hecho propio el espiritu paulino: llorar con los que lloran, reir con los que ríen.

 

Su entrega incondicional. Surge de las dos actitu­des anteriores. Su fe se hace compromiso, porque si­gue a Cristo vivencia quien se hizo todo por todos. Su sensibilidad crece cada día, porque aunque es sabedor de que no puede llegar a los problemas de todos, sin embargo se esfuerza por llegar al mayor número de necesidades, de personas. Lo hace desde una dona­ción, que a cualquiera de nosotros nos parece imposi­ble el poder realizar. Su ser ha captado plenamente lo que significa Hospitalidad.

 

La diversidad de su apostolado. Una de las cosas que sorprende estudiando a nuestro Padre, es la diver­sidad de situaciones con las que se encuentra o en las que se mete. Es expresión de su actitud universal, de la riqueza de su corazón. Con una opción fundamental por su hospital y sus moradores, pero que el llevar a cabo este fin le permite conectar con una variada gama de situaciones.

 

Su hutniidad. Juan de Dios es verdaderamente un hombre humilde, sin afán de protagonismos. Sabién­dose instrumento de Dios, considerándose el menor de los hermanos, el más pecador de los que habitan en el hospital, incapaz de proyectar la fundación de una Orden, que el Espíritu del Señor se encargará de llevar adelante. Como María, proclama la grandeza del Señor porque se ha fljado en su pequeñez.

 

1.3.      La fundación del hospital

 

Después de haber escuchado el sermón de San Juan de Avila, nuestro Fundador fue cada vez más consciente de que Dios le llamaba. Esta llamada se le hacía evidente por los enfermos y necesitados que en­contraba por la ciudad de Granada.

 

Comenzó a tratar de atenderles proporcionáindoles comida, amistad, acompañándoles de día y de noche, hasta que comenzó su primer hospital en la calle Lu­cena, que después tuvo que ampliar en la Cuesta de los Gomerez.

 

En el hospital, quiso él atenderles a su aire. Con los recursos que conseguía, pero a su estilo. Con amor, con trato humano, con higiene, con todos los medios posibles.

 

Se le ha considerado el fundador del hospital mo­derno. Se le ha considerado el creador de un estilo de asistencia.

 

1.4.      Las personas que le siguieron

 

En su Hospital, desde el inicio contó con algunos colaboradores. Los dones que de Dios había recibido los daba generosamente. Pero como todos conocemos, la segunda parte de su vida hospitalaria estuvo acom­pañado de compañeros que se le agregaron poco a poco.

 

Vinieron de situaciones muy desarregladas. Un gran atractivo tuvo que tener. EI hombre que no quiere ser protagonista, el hombre humilde, el hombre de fe, arrastra tras si a personas que hasta el momento, su comportamiento había estado alejado del Evangelio.


Una mezcla de atractivo entre lo humano y divino. Po­siblemente lo divino que ha poseido lo humano, o lo bumano que ha dejado un hueco al divino.

 

Le ayudaron en vida. Captaron su mensaje. Sus cri­terios y su forma de actuar. Le sustituyeron en sus lar­gos viajes. Sobre todo fueron sus continuadores, los que captaron el carisma de primera mano y quienes nos lo transmitieron.

 

1.5.      El impacto en la sociedad

 

Su atractivo no llegó solamente a unas cuantas per­sonas. Granada lo llegó a conocer enteramente; tam­bién gran parte de Andalucía y en otras muchas partes de España.

 

Podemos pensar que la sociedad en que vivió era más receptiva, menos secularizada, menos organizada socialmente, más dada a la proclamación de héroes. Pero de lo que nadie duda es de la validez de su signo, de su entrega y el pueblo lo reconoció.

 

Consideramos que la rapidez con la que aumentó el número de Hermanos y con que se extendieron sus hospitales fue en parte fruto de este impacto.

 

 

2.            TRAYECTORIA HISTORICA DE LA ORDEN

 

2.1.            Aspectos clave a resaltar

 

Queremos que los puntos que analicemos nos sir­van en orden a enfocar nuestro presente y futuro.

 

Resaltamos, como aspectos que consideramos clave en nuestra Historia, los siguientes:

 

   Resaltamos como un hecho trascendental para la Orden, el hecho de que el Hno. Antón Martín y sus compañeros, después de la muerte de Juan de Dios, tuvieran la capacidad de vivir y, por tan­to, transmitir a las generaciones siguientes el es­píritu que habían experimentado en nuestro Fun­dador.

 

   Si bien los compañeros de San Juan de Dios fueron quienes transmitieron el carisma después de su muerte, damos mucha importancia a un gru­po de Hermanos, que ingresaron en el año 1555, en los hospitales de Madrid y de Granada, de gran talla, con preparación y capacidad para or­ganizar la Orden que se encontraba en ciernes. Nos referimos a Rodrigo de Sigüenza, Baltasar de Herrera, Frutos de San Pedro, Melchor de los Re­yes, Sebastián Arias y Pedro Soriano.

 

   Queremos asimismo poner de relieve el espíritu abierto de los Hennanos en la segunda mitad del siglo XVI para acoger la Obra, de los también Hospitalarios Pedro Pecador y Juan Grande, así como el que tuvieron ellos y sus seguidores al integrarse en la Institución de los Hermanos del bendito Juan de Dios.

 

   Señalamos también como aspecto a tener en cuenta la rapidez de la expansión que realizó la Orden, casi en el mismo siglo XVI: Madrid, Anda­lucía, Italia, América, Austria..., y posteriormente en el siglo XX, a raíz de las restauraciones, pro­vincias anglófonas, Asia, Africa, etc.

   Queremos apuntar, asimismo, el hecho de que al inicio las circunstancias nos Ilevaron a surgir en la Iglesia como dos Congregaciones y después, en el siglo XIX, estas mismas circunstancias nos forjaron en una sola Orden.

 

   Nos fljamos además en la disponibilidad que nuestra Historia expresa que tuvieron los Her­nianos para salir al paso de situaciones puntuaIes y urgentes, en distintos momentos: guerras, pes­tes, necesidades que captaban por donde pasa­ban y provocaban nuevas fundaciones.

 

   Queremos resaltar también la capacidad de en­trega de nuestros hermanos en el servicio al en­fermo, enfermándose muchas veces y según nuestra historia, en muchos casos, en América, Fi­lipinas, Polonia y España, les llevó al martirio.

 

   Por último, deseamos añadir el hecho de las Res­tauraciones, directamente las asi consideradas de Francia y España, Portugal y América Latina, que son expresión de las dificultades que encontra­mos en ocasiones en el ejercicio del carisma, de las limitaciones que los mismos Hermanos te­nemos, pero que maniflestan la capacidad de poder rehacernos con la ayuda de Dios.

 

2.2.    Flguras relevantes

 

A lo largo de todos los períodos nuestra Historia ha tenido Hermanos que, siendo hombres como nosotros, han sabido ser muy fieles a la llamada de Señor. Es bueno recordar su vida. Es bueno valorar lo que hicie­ron. Hay muchos que son casi anónimos. Otros son más conocidos, de ellos queremos presentar algún rasgo.

 

Los Santos

 

De San Juan de Dios ya hemos hablado al inicio. Para nosotros debería de ser el todo. Ningún día de nuestra vida debería pasar sin que la consideración de su persona fuese estímulo del bien actuar.

 

San Ricardo es el santo de nuestro siglo, sencillo, humilde, preparado, dedicado a los enfermos, apóstol, sereno, creyente. Realmente todo un testigo.

 

Los Beatos

 

EI Beato Juan Grande, hombre bondadoso, generoso. Capaz de haber afrontado la reducción de los hos­pitales de la ciudad de Jerez, a pesar de que la temía. Capaz de haberse anexionado con sus seguidores al Instituto naciente de Juan de Dios. Como sabemos mu­rió víctima de la peste.

 

EI Beato Benito Menni, instrumento que el P. Alfieri escogió para la Restauración de la Orden en España, Portugal y América Latina. Leal y fiel a los principios que se le habían dado. Hombre de gran acción, fundó un sinfín de obras y la Congregación de las Hermanas Hospitalarias, ampliando así el espectro del carisma de la Hospitalidad.

 

Los 71 Hermanos Mártires de la guerra civil de Es­paña, prevista ya su Beatificación que, junto a los de­más mártires, han sido ejemplo de servicio hospitalario y de testimonio de fe. Entre ellos tenemos hombres de edad y jóvenes, personas cultas y con cargos de res­ponsabilidad y hermanos muy sencillos. Todos supie­ron estar a la altura que exigia su vocación.

Otros Hermanos

 

Sería bueno tener espacio para ir describiendo la vida y los hechos de muchos de nuestros Hermanos. Nos tenemos que limitar. Queremos señalar por lo que han significado: el P. Francisco Camacho, convertido al estilo de San Juan de Dios, que estuvo toda su vida dedicado a la cuestación en la ciudad de Lima (Perú); el P. Gabriel Ferrara, gran cirujano y fundador de la provincia Germánica, distinguido con varias condeco­raciones por el emperador de Austria; el P. Manuel Chaparro, insigne Hospitalario de Chile, catedrático de Filosofia en la Universidad de Santiago, con una acción propia antivariólica y posteriormente propagador de la vacuna recién descubierta; el P. Juan Maria Alfieri, per­sona de gran valía, prornotor de la Restauración en España y del realce moral de la Orden en Italia; Fray Eustaquio Kúgler, durante muchos años Provincial de Baviera, hombre de Dios, que supo compaginar el go­bierno con la sencillez, y de mucha fortaleza en las situaciones politicas que le tocó vivir. Ultimamente hemos descubierto en Cuba, Camagüey, la figura del Hno. José Olallo Valdés, que permaneció durante vein­titrés años sólo en su hospital hasta la muerte, acaecida en 1889.

 

No terminariamos nunca. Nos gustaría que supié­semos leer en la historia, en nuestra Historia, para ilu­minar el presente.

 

2.3.            Formas de entender el apostolado

 

En esta trayectoria encontramos la mayor diversidad de actuaciones de nuestros Hermanos. Normalmente establecían pequeños hospitales generales, pero eso no quiere decir que en algunos casos no Ilegasen a ser Centros de envergadura, hasta de 150 y 200 camas. Asumieron también tareas encomendadas por los Go­biernos, en orden a la asistencia y organización de Hospitales, dirección de campañas, tanto en las guerras como en las pestes, racionalización de recursos sanita­rios, como en el caso de Jerez. Constatamos además personas de envergadura, que fueron pioneros en la cultura quirúrgica y sanitaria, aplicación de nuevas téc­nicas y enseñanza en Universidades. Señalamos tam­bién el tema de la cuestación, lo que permitió que nuestros Centros estuvieran gratuitamente orientados a la asistencia de los pobres.

 

2.4.    Engranaje esencial en el que se fundamentan

 

Fue posible por dos coordenadas en la que centra­ron su vida:

 

   el espíritu de fe

 

   la fuerza apostólica.

 

Con elIo pudieron crear un estilo de asistencia, en el que lo esencial fue la atención integral al hombre enfermo y necesitado, siguiendo siempre el espíritu de San Juan de Dios y de los que les habían precedido hasta el momento.

 

2.5.            Nuestro momento histórico, iluminado por esta trayectoria

 

A donde nos lleva toda esta reflexión es a nuestro presente y deseamos en los siguientes apartados hacer una lectura positiva de estos datos, para conducirnos a las respuestas que estamos llamados a dar hoy.

 

 

3.            VALIDEZ DE NUESTRAS RESPUESTAS ACTUALES

 

3.1.      Nuestra sociedad tecnificada

 

EI hombre ha alcanzado unos niveles de progreso en el mundo, haciendo uso de las capacidades que Dios ha puesto en él para crear y poner a su servicio la técnica.

 

La tecnología ha revolucionado las estructuras sociales y políticas en la actualidad. Desde las vastas es­tepas de la Siberia a los arrozales de Asia, vemos po­nerse en camino pueblos enteros buscando lo que pueda mejorar y hacer más humana su vida.

 

El carisma de la hospitalidad ha sabido asumir los aspectos de la tecnologia que promueven y sirven a la vida. Hoy esto constituye tanto nuestra tradición como nuestro desafio.

 

Bolsas de pobreza

 

Nuestra sociedad ha generado bolsas de pobreza. Existen millones de pobres, parados, debido a la auto­matización y mecanización. Por otra parte, se dan otros tantos, que no han podido acceder a una tecnología normal, capaz de llenarles, protegerles, sanarles.

 

3.2.    Nuestra sociedad industrializada

 

La industrialización condiciona profundamente el mundo en el que vivimos y realizamos nuestro aposto­lado.

 

Si bien son muchos los que se benefician de la industrialización, no pueden ser olvidados los que son sus victimas.

 

La sociedad industrializada se caracteriza fundamen­talmente por el consumismo y el materialismo. Nos­otros, religiosos y hospitaiarios por vocación, quere­mos contribuir a corregir los desequilibrios provocados por estas dos realidades. Lo hacemos profesando y vi­viendo un estilo de vida caracterizado por un profundo respeto al individuo, cuyo valor, como criatura de Dios, no puede nunca ser reducido a su pura capacidad pro­ductiva.

 

3.3.            Diferencias y relaciones

 

Norte-Sur

 

Todos sabemos que los habitantes del hemisferio septentrional del mundo poseen, gestionan y consu­men una cantidad desproporcionada de los recursos de la tierra. Sabemos, además, que en el meridional confluye una masa igualmente desproporcionada de pobreza y sufrimiento.

 

Las causas de esto son complejas y condicionadas a factores climatológicos, culturales e históricos.

 

Factores que han llevado también a que la Orden concentrase su actividad en el Norte. La Orden nació en Europa y aún hoy, a pesar de la expansión conside­rable tenida en los úitimos años hacia el Sur, el 70 por 100 de los Hermanos viven y trabajan en Europa. Si excluimos las casas y las obras de la Orden en Australia y en Nueva Zelanda, constatamos que sólo el 26 por 100 (60) de sus Centros y servicios asistenciales están situados en el hemisferio meridional.

 

El último Capítulo General, al constatar esto, ha querido subrayar en una de sus Declaraciones que «la llamada más urgente en el servicio de la hospitalidad, hoy viene de los países en vías de desarrollo, que pi­den con pleno derecho una equitativa distribución de los recursos materiales, humanos y espirituales que se nos han con confiado»[1].

 

Esta declaración nos interpela, sobre si nuestro acercamiento al Sur del mundo está verdaderamente caracterizado por «una equitativa distribución de nues­tros recursos materiales, humanos y espirituaes»[2].

 

Este-Oeste

 

Guanto se ha dicho sobre el Sur, puede aplicarse idénticamente al Este. En algunos países de la Europa del Este, la represión política ha reducido muchas per­sonas a una condición de vida en la que una presencia urgente de la Hospitalidad sería tan necesaria como en el Sur.

 

Los Hermanos que en estos países han permaneci­do fieles a nuestro carisma, a pesar de la persecución religiosa y de estar privados de gran parte de los dere­chos humanos, hoy constituyen la base sobre la que puede ser de nuevo lanzada el ancla de la Hospitalidad a una multitud de pueblos que ya en el pasado habían acogido y apoyado la presencia y la actividad de nues­tra Orden.

 

Estos Hermanos, testigos fieles, después de tantos años de silencio sufrido, piden con pleno derecho una distribución equitativa de los recursos materiales, hu­manos y espirituales que se nos han confiado.

 

3.4.      Las nuevas necesidades

 

La Orden, recientemente, ha hecho un gran esfuer­zo para individuar las nuevas necesidades a las que el carisma de San Juan de Dios debería abrirse hoy. Entre dichas necesidades están las de los enfermos crónicos, las de los disminuídos físicos y psíquicos, ancianos, emigrantes y refugiados, transeúntes, aquellos que son víctima de la injusticia, dependientes de sustancias no­civas, SIDA, parados, etc.

 

3.5.      El servicio a los enfermos y necesitados como tradición evangélica y eclesial

 

En el Nuevo Testamento las curaciones milagrosas hechas por Jesús vienen presentadas como signos de la realización de los tiempos mesiánicos (Mt 11,4-5). No sólo Jesús, sino también sus discípulos curaron enfermos ­(Mt 10, i). En la primitiva Iglesia el carisma de la curación se manifestó en los milagros realizados por los apóstoles (Act 3, 1-16; 8, 7; 9, 32-42). San Pablo incluye la curación dentro de la lista de carismas (1 Cor 12, 9. 28-30).

 

La dedicación a los pobres y a los enfermos ha sido parte esencial del cristianismo desde sus inicios.

 

La atención de la comunidad cristiana a los pobres, los enfermos y los necesitados ha hecho surgir a me­nudo, institutos laicales y religiosos dedicados a su servicio.

 

3.6.      La presencia de la Iglesia a través de las obras apostólicas

 

Jesús se ha hecho hombre para anunciarnos la 1legada del Reino de Dios (Mt 12, 28); Reino que no se ha instaurado en su plenitud, De hecho el mismo Jesús lo comparaba a una simiente destinada a crecer en se­creto (Mc 4, 26-29).

 

La persona y las enseñanzas de Jesús continúan atrayendo muchas personas, después de dos mil años de su muerte. Debido a que en El han encontrado la persona cuya vida, en todo y por todo, era una expre­sión de amor hacia Dios y el hombre.

 

En nuestra vida damos un gran espacio a Dios, pero sufrimos también una cierta alienación, propia de la parte negativa de la Iglesia Institucional.

 

Las obras apostólicas caritativas de la Iglesia testifi­can el amor, parte esencial de su misión. Estas son re­clamo para personas que no se habrían acercado nunca a ella. Ayudan a rectificar la imagen de Iglesia y la co­locan en condiciones de hacerse instrumento eficaz de salvación.

 

3.7.      La aportación de nuestros Centros

 

Nuestros Centros, insertados en el campo sanitario y social, como Centros de la Iglesia, contribuyen a pro­clamar y manifestar el amor que Dios derrama sobre los últimos, los que sufren, cualquiera que sea su su­frimiento.

 

En el saludo que Juan Pablo II realizó a los Capitu­lares de 1988, dijo entre otras cosas que nosotros, reli­giosos Hospitalarios, podemos encontrar las bases de nuestra consagración al servicio de la curación en las palabras «... cada vez que habéis hecho esto a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25, 40).

 

3.8.      Iluminados por el espíritu de San Juan de Dios

 

Los Centros asistenciales de nuestra Orden son de una cualidad extraordinaria, porque introducen en la vida de quienes sufren la presencia misericordiosa de Jesús de Nazaret, según la interpretación y el ejemplo de San Juan de Dios.

 

Su espíritu era el darse a los demás sin pensar en sí mismo. Quería llevarles aliento y ayudarles a encontrar sentido a su sufrimiento, según el plan de la creación y de la redención. Nunca se consideró bienhechor de quien servía. Más bien se sintió siempre su hermano: el necesitado tenía derecho de esperar que le ayudase. El espíritu de San Juan de Dios y, por tanto, el de los centros asistenciales que continúan trabajando hoy en su nombre, es un espíritu de amor que se manifiesta en la solidaridad y en el servicio.

 

 

4.         LAS CONSTITUCIONES COMO IDEAL DE VIDA

 

La Lumen Gentium, en sus números 43 y 44, dice que la Vida Religiosa, aunque no pertenece a la estruc­tara jerárquica de la Iglesia, pertenece de manera in­discutible, a su vida y a su santidad. No es un estado intermedio entre el de los clérigos y el de los laicos, sino que, de uno y otro, algunos cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia.

 

Hemos querido traer este pensamiento aquí, para presentar una vez más la validez de nuestra vida. En nuestro recorrido por las diversas Comunidades nos encontramos muchas veces con la angustia del enveje­cimiento, con el miedo a la posibilidad de desaparecer de algunos lugares, con el sufrimiento por no entender ciertas nuevas formas.

 

Todo lo que no fuese sano, nos gustaría que des­apareciese de nuestro corazón. Nos gustaría que todos llegásemos a vivir bien el ideal de vida al que estamos llamados, que se encuentra perfectamente presentado en nuestras Constituciones. Reconociendo nuestra li­mitación, con las dificultades inherentes a nuestro ser, pero sin perder nunca la disponibilidad para la supera­ción.

 

4.1.   Nuestra identidad

 

En la Iglesia somos religiosos de vida apostólica, siguiendo el camino iniciado por Juan de Dios[3].

 

Hemos recibido el Carisma de la Hospitalidad como don, que nos da una capacidad de ejercer en la Iglesia y en nuestra sociedad, una misión de servicio a los enfermos, fundamentados en nuestra Espiritualidad pe­culiar, que enriquecemos con nuestra aportación[4].

 

Todo esto podéis decir es teórico, es letra. Cada uno debemos hacer que sea real. Así es como vivire­mos con gozo, personalmente, a nivel de comunidades y en toda la Orden. Se da una llamada del Señor, pero tenemos que responder cada dia con nuestro esfuerzo, con la ascética que lleva consigo la vocación.

 

4.2.            Nuestra Consagración

 

En un mundo que duda de lo Sagrado como tal, que intenta anular la presencia de Dios, estamos Ila­mados a ser testigos de lo contrario, Nos consagramos a Dios, porque queremos vivir ya, aunque no en pleni­tud, la verdadera salvación, de la que participaremos en el Reino de Dios.

 

Consagrarse es «separarnos para Dios», lo que lleva consigo vivir según las actitudes que señalan nuestras Constituciones en el Capítulo II. La capacidad de amar, la fecundidad de nuestra existencia, la universalidad, la madurez, el desprendimiento la solidaridad, la auste­ridad, el respeto, la apertura a la voluntad de Dios, la hospitalidad, la total dedicación a los que sufren, el saber estar al lado de quienes comparten nuestra tarea. Todo un programa que exige madurez, disciplina, sa­crificio, y constituye el meollo de nuestra consagra­ción.

 

Podemos decirnos: «Demasiado bonito, ¿dónde se encuentra encarnada esta realidad?» Lo aceptamos, pero lo que no podemos aceptar es el perdernos en nues­tras incapacidades, en nuestras imposibilidades. Te­nemos que vivir con el convencimiento de que Dios sigue con nosotros, nos acompaña, continúa ayudan­donos.

 

4.3.            Nuestra Comunidad

 

Comunidad orante

 

A Juan de Dios lo hemos señalado como hombre de oración. Los demás Hermanos a quienes hemos aludido, también lo han sido. De muy diversas mane­ras, cada uno desde su ser.

 

Una de las difìcultades que tenemos es que nos cuesta situarnos en la presencia de Dios; nos cuesta darle entrada en nuestra vida, nos cuesta rezar. Una vida de oración bien llevada transforma lentamente nuestro ser y nos da la capacidad de asumir nuestra incapacidad.

 

Llamada por nuestra parte a ser orantes[5].

 

Comunidad fraterna

 

Al describir la fraternidad, nuestras Constituciones afirman que nuestra vida demuestra al mundo que es posible la convivencia humana y fundamentan nuestra capacidad de comunión en el ser mismo de la Hospita­lidad, en el equilibrio y sentido común de cada uno, en la alegría y en la responsabilidad de ser comunidad, en el respeto y la aceptación de los demás, en los momentos de diálogo y discernimiento de la voluntad de Dios[6].

 

Queremos invitarnos e invitaros a trabajar más la fraternidad. Es uno de los campos en los que parece que estamos cansados. Tenemos demasiadas posturas tomadas que nos impiden la verdadera comunicación. También la construcción de la fraternidad es una lla­mada al esfuerzo, a la ascética.

 

Comunidad apostólica

 

Mirando el Evangehio, la presencia histórica de Je­sús, el signo de Juan de Dios y la trayectoria histórica de nuestra Orden, no podemos menos que proclamar la grandeza y dignidad de nuestro apostolado.

 

Para nosotros, el enfermo y el necesitado debe seguir siendo el centro de nuestra vida[7]. Para ellos vivimos, para atenderles nos preparamos cultural y téc­nicamente[8]. Por ellos defendemos una asistencia hu­manizada, una ética en la acción sanitaria, pedagógica y social que les dignifique.

 

Nuestro apostolado exige ilusión y entusiasmo, exi­ge sentido de pertenencia, exige adentrarnos en los gestos y actitudes de Jesús. Todo ello son cosas en las que no podemos claudicar.

 

4.4.      Las vocaciones y su formación

 

Realmente estamos en un momento de pocas voca­ciones. La sociedad industrializada y secularizada ha fa­vorecido enormemente esta situación. En las partes del mundo donde la Orden tiene vocaciones, les cuesta consolidarse.

 

Durante bastantes años iremos disminuyendo, pero tenemos la certeza de que llegará un momento en que este descenso terminará.

 

Nuestra propuesta ante este problema para toda la Orden se fundamentaría en tres aspectos:

 

    Rezar al Señor de la mies.

 

    Dignificar cada vez máis nuestra vida, para ser tes­tigos.

 

    Hacer un esfuerzo por trabajar todos en este campo.

 

Sabemos que es imposible enrolarse todos en di­cho trabajo, pero también pensamos que podemos hacer más de lo que estamos realizando.

 

Una cosa es que no tengamos vocaciones y otra es que, teniéndolas, no sepamos conducirlas en el proce­so de su formación y consolidación. Además, tenemos que esforzarnos por saber cuidar nuestra propia vocación. Para todo ello la Iglesia nos ha dado directrices muy claras. También el Capítulo IV de nuestras Consti­tuciones nos ofrece un amplio programa.

 

4.5. La dimensión misionera de nuestra vida

 

Todos hemos sido llamados para realizar en la Igle­sia la misión de anunciar el Evangelio a los enfermos y a los pobres[9]. Conscientes de esa responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos siempre vivo el espíritu misionero[10]. IJamada, pues, al sentido misionero y de fe de la vocación de cada uno.

 

Por otra parte, el mismo número 48 nos dice que ejercitamos nuestro apostolado hospitalario impulsan­do constantemente nuestra presencia en tierras de misión, particularmente en los países menos favorecidos. Quisiéramos que nuestra vida, la de cada uno de nues­tros misioneros, estuviera saturada de este espíritu. Ha­cemos tantas cosas, muchas de ellas bien; deberíamos esforzarnos en darles el verdadero sentido que mere­cen.

 

 

 

4.6.      Unidos a los colaboradores

 

Las Constituciones[11] nos invitan a ser sensibiliza­dores de los colaboradores, para que ejercitando sus aptitudes humanas y profesionales, actúen siempre con el máximo respeto a los derechos de los enfermos.

 

Nuestra Orden ha tenido siempre colaboradores en el ejercicio de su apostolado. Hemos de ver cómo hacer cada vez mejor este tipo de colaboración. Acerca de éste cómo hemos reflexionado muchas veces; dis­tintos documentos han tocado este tema, reuniones, encuentros. Ahora mismo hemos dado a conocer la re­flexión que se ha hecho y que trata de responder a la petición expresada en las Declaraciones del último Capítulo General.

 

Nuestro deseo sería promover todo cuanto nos haga trabajar, formando una auténtica Comunidad, Her­manos y Colaboradores.

 

4.7.      El estilo de Animación y de Gobierno

 

Nuestras Constituciones describen también el estilo de Animación y Gobierno de la vida de los Hermanos y de las Obras Apostólicas. Lo hacen en el capitulo V.

 

Nosotros somos actualmente el grupo elegido pan realizar esta Animación y Gobiemo a nivel de toda la Orden. Intentamos fundamentarnos en los principios que emanan de nuestra doctrina. No queremos basar­nos en el poder, sino que intentamos ejercer la autori­dad como un servicio para la Animación, con sencillez, con apertura, estando cercanos a las situaciones, con espíritu dialogante y respetuoso, de forma colegial.

 

Todo un programa, todo un ideal, que cada uno en el nivel en que se encuentre debería de llevar adelante para colaborar a ese estilo nuevo de estar presentes en el mundo.

 

 

5.        ESTRUCTURAS Y ACTIVIDADES DE ANIMACIÓN

 

5.1.      La vitalidad de las Instituciones

 

Los datos de la Secretaría General nos dicen que la Orden tiene 198 casas. Pero considerando las estructu­ras que emergen de estas casas, son unos 223 los Cen­tros y servicios hospitalarios operantes a escala mun­dial.

 

El Derecho propio confiere la responsabilidad di­recta para la vitalidad de estas instituciones a las co­munidades y a las provincias.

 

Tanto en el campo sanitario como social, nuestra presencia enriquece la que realiza la Iglesia como mi­sión en todo el mundo.

 

Los Hermanos de San Juan de Dios, junto a los co­laboradores, forman un cuerpo de cerca de 35.000 per­sonas comprometidas en el servicio a la humanidad que sufre.

 

Hoy los Hermanos representan el 4 por 100 (4,1 por 100 para ser exactos) de las personas que trabajan en nombre de la Orden en todo el mundo. Si el núme­ro de Hermanos hubiera permanecido según las Esta­disticas de 1965, cuando éramos todavía 2.176, hoy re­presentarían poco más del 6 por 100 (6,2 por 100).

 

El gran número de colaboradores comprometidos en nuestros Centros no es tanto un reflejo de la menor presencia de Hermanos, cuanto índice de un aumento considerable del volumen y de la calidad de los servi­cios que ofrecen las Instituciones de la Orden en las diversas partes del mundo.

 

Provincias, Viceprovincias y Delegaciones

 

Aunque globalmente es el Gobierno General el responsable de la Animación de la Orden, a nivel de la acción efectiva son las Provincias, Viceprovincias y De­legaciones las que juegan un papel fundamental en la Animación de la Vida de los Hermanos y Comunida­des.

 

Por tanto, el Gobierno General busca un contacto y colaboración estrecha con los grupos-clave operantes en el interior de las estructuras de las Provincias. Den­tro de dichos grupos cabe mencionar al Provincial y su Consejo, Superiores y Formadores, Secretariados y otros grupos específicos como Promotores de Pastoral Voca­cional, Equipos de Pastoral Hospitalaria, Equipos de laicos, etc.

 

Los programas establecidos a nivel general o inter­provincial son sólo planes, en la medida que no son puestos en práctica en las Provincias. De aquí la nece­sidad de integrar los pianes y objetivos del Gobierno General con los de los Gobiernos Provinciales. Los Ca­pítulos Provinciales son la ocasión más adecuada para efectuar esta integración.

 

Los Secretariados Interprovinciales

 

La creación de los Secretariados Interprovinciales ha sido muy positiva para la vida de la Orden en los últimos años.

 

Ya casi todas las áreas lingüísticas principales están agrupadas en dichos Secretariados. Se presentan muy prometedores para la coordinación eficaz de regiones amplias geográficamente, como son Arnérica Latina y Asia.

 

El fin principal de estos Secretariados es coordinar las áreas de la vida de la Orden que ofrecen la posibi­lidad del apoyo mutuo y de prevenir determinados errores debidos a la inexperiencia o al poco conoci­miento de una materia.

 

El área en la que los Secretariados Interprovinciales han trabajado más ha sido la de la Formación.

 

Lógicamente no todos estos Secretariados tienen la misma actividad. Algunos tienen encuentros periódicos y llevan a efectos detallados programas. Otros, aún son más formales que prácticos y deben desarrollar sus posibilidades.

 

La actitud de las Provincias de cara a ellos es diver­sa. Algunas los consideran muy útiles, otras mantienen aún una serie de reservas, sobre todo en lo que se refiere a la autoridad y autonomía de las Provincias.

 

Además de los beneficios recíprocos que las Pro­vincias reciben, los Secretariados Interprovinciales son el instrumento válido de relación entre ellas y la Curia General.

 

Representantes de todos los Secretariados Interpro­vinciales se encuentran anualmente formando el ins­trumento principal de animación del Definitorio Gene­ral, esto es, la Comisión General de Animación de la Orden.

 

Los Centros Interprovinciales de Formación

 

El LXII Capítulo General se ha pronunciado a favor de la creación de Centros Interprovinciales de forma­ción. Actualmente la Orden posee tres, uno en España y dos en Africa.

 

Son varios los motivos que apoyan el estableci­miento de Centros conjuntos de formación. Los dos más importantes son:

 

a) El hecho de poder aprovechar mejor la cuali­dad y experiencia de formadores bien prepa­rados.

 

b)         Poder asegurar que en el proceso formativo no falten los elementos esenciales, facilitándose de forma suficiente e idónea las relaciones entre los formandos.

 

No podemos pensar que en un área tan delicada como es la Formación, centros de este tipo puedan funcionar sin dificultades y problemas. Tanto los for­madores como los formandos proceden de diversas culturas provinciales y regionales. Por tanto, se darán siempre momentos de incomprensión. Si estos mo­mentos son graves, surge la tentación de dividirse. Po­demos afirmar que las ventajas de los Centros Inter­provinciales de Formación son tantas que debe hacerse todo lo posible por mantenerse y ampliarse.

 

5.2.    Nuevos signos

 

Si nuestras estructuras y actividades de Animación quieren ser eficaces, deben responder a los signos de los tiempos que inciden en nuestra vocación. Entre ellos, los más importantes son:

 

   La rapidez de los cambios, que influye en todos los campos de la sociedad y de la Iglesia.

 

    Las nuevas necesidades aparecidas y la urgencia de responder de forma nueva a las necesidades   «antiguas».

 

    El énfasis que se pone a la vocación de los laicos en diversos servicios del Pueblo de Dios y su re­percusión en la Vida Religiosa.

 

     El reconocimiento creciente de los derechos y del valor de la persona humana, en cualquier si­tuación de la vida.

 

 

5.3.    Obras apostólicas

 

La Orden es hoy responsable de muchas obras que trabajan sea en áreas cubiertas por el Estado como en situaciones a las que los Estados aún no han llegado.

 

Nuestra presencia en los sectores cubiertos por el Estado es muy apreciada por la Iglesia y la gente, por­que hace visible el rostro misericordioso de Dios y de­fiende los derechos de los enfermos y necesitados.

 

En estos sectores ofrecemos un modelo de asisten­cia humanizada, desde los principios éticos y morales, y demostramos que el Servicio de Pastoral es un ele­mento indispensable de la asistencia sanitaria. Además, somos garantía de que los pobres no sean olvidados o desatendidos.

 

Otras obras apostólicas de la Orden ofrecen una se­rie de servicios en los sectores que no están suficien­temente cubiertos por los Estados. De esta forma testi­ficamos que el Señor no abandona nunca al necesitado de ayuda.

 

En este sentido, han surgido recientemente algunas obras apostólicas orientadas a responder a nuevas ne­cesidades o a necesidades que se están presentando en la sociedad con una nueva urgencia.

 

5.4.    Obras misioneras

 

La Orden recibe constantemente llamadas a ampliar su apostolado en los países en vías de desarrollo. Exis­ten varios modos para responder a estas llamadas. El modo tradicional de hacerlo ha sido que una Provincia se encargaba de fundar un Centros asistencial en el lu­gar de donde procedía la llamada.

 

Continuar y responder de esta forma cuando se da una disminución de las vocaciones y un aumento de las dificultades financieras, requeriría por parte de la Orden orientar determinados recursos humanos y ma­teriales de los países desarrollados, en los que la Or­den está establecida, a las regiones menos favorecidas de nuestro planeta.

 

Para los Institutos Religiosos se está volviendo cada vez más difícil atender a las diversas necesidades del Pueblo de Dios, aunque mantengan una sensibilidad especial para las demandas que continúan llegando de los países en vías de desarrollo.

 

En esta línea, la Orden está interesada en establecer nuevas formas por las que se den respuestas concretas a las expectativas de los países en vías de desarrollo de Africa, Asia, América Latina y Oceanía.

 

5.5.    Las dificultades en los Centros: Respuestas y resituación

 

No hace falta insistir en las dificultades que encon­tramos en la gestión de nuestros Centros. Derivan del número de Hermanos disponibles, de su formación, de su edad, del gran número de colaboradores, de los desarrollos técnicos en las áreas de nuestro apostolado, de las relaciones con los sindicatos, de la justicia social y de los derechos humanos, de las cuestiones morales y éticas, de los aspectos financieros y de las exigencias de la nueva gestión.

 

Ante estas dificultades son posibles una gran varie­dad de reacciones.

 

Hablando de los Hermanos en particular, pensamos que su reacción más apropiada debe ser la de hacer visible con decisión, partiendo de su situación particu­lar, las características propias de un verdadero Herma­no de San Juan de Dios. A nivel común (Provincial y Comunitario), la presencia reducida de los Hermanos y la disminución de su influencia en Los Centros está pi­diendo determinadas opciones que tengan presente la aportación especial con que están llamados a enrique­cer el servicio de la salud. En otras palabras, tenemos que tener la certeza de que los Hermanos están traba­jando en situaciones en las que su servicio no está o no puede estar suplido por laicos.

 

Dependiendo de las situaciones, estas opciones podrán llevar:

 

1)  a aumentar el número de Hermanos en algu­nas obras, porque nuestro carisma exige con­servarlas en su forma actual o incluso poten­ciarlas;

 

2)  a abandonar algunas obras, para permitir que nuestro carisma sea activo en sectores con mayor urgencia, y para potenciar nuestra ca­pacidad de dar un testimonio verdaderamente comunitario en los servicios de salud de la Iglesia;

 

3)  a vender algunos Centros, en el caso de que no consigan salir adelante con dignidad, o ce­derlos a la Iglesia u organizaciones civiles, para que puedan continuar su actividad sin la presencia de la Orden;

 

4)  a conferir la dirección y gestión de algunos centros a otros entes (eclesiales o civiles), permaneciendo como titulares de los mismos. Esto nos permitirá mantener la presencia de la Orden en los niveles de decisión y la conti­nuidad de su filosofia y de sus valores a través de la gestión de los centros;

 

5)  a procurar una buena colaboración con otros institutos religiosos y organizaciones eclesiales y civiles, para asumir otras obras que entran en el espectro del carisma de San Juan de Dios, pero que no son propiedad de la Orden o controladas por ella.

 

5.6.          Conflicto Carisma-Institución

 

Como la Iglesia, la Orden tiene necesidad perma­nente de renovación y de conversión. Sus necesidades sociológicas como organización humana estable, aun­que sea de carácter sobrenatural, a veces entran en conflicto con las exigencias de cambio que lleva en sí el carisma de la hospitalidad.

 

Nuestras formas institucionales son consecuencia de cómo la Orden ha expresado el carisma en el pa­sado.

 

Siendo el carisma una inspiración del Espíritu San­to, no puede ser estático, sino que debe ser desarrolla­do y descubierto.

 

Las necesidades de nuestro tiempo no se refieren sólo de forma accidental al carisma de la hospitalidad. Todos los institutos religiosos nacen para responder a las necesidades físicas, espirituales y morales reales de las personas. Por tanto, el carisma determina las res­puestas a los signos de los tiempos.

 

Esta determinación del carisma puede entrar en conflicto con la institución, lo que nos llama a una do­cilidad a la voluntad de Dios, a fin de transformar esta conflictividad de fuerza destructiva en creativa.

 

La conflictividad a la que aludimos emerge a veces con cierta fuerza en algunos Hermanos. En estas situa­ciones, quienes están implicados directamente tienen el deber moral de dejar de lado los propios deseos y prejuicios y ponerse plenamente a la escucha del Espí­ritu, a fin de discernir lo que podría ser un momento profético para toda la Orden.

 

5.7.            Protagonismo, individualismo, universalidad

 

Es natural que la Orden y sus miembros sean los protagonistas en la mayoría de sus obras. Pero en una época caracterizada por la cooperación y la colabora­ción, quienes están comprometidos con la Orden es­peran con derecho una apertura mayor a sus deseos, opiniones y otras aportaciones.

 

A pesar de este clima de colaboración y pluralismo, se da también un cierto individualismo, que insiste en su espacio y derecho, en contra de la misión y del bien común.

 

El último Capitulo General muy claramente ha sub­rayado el deseo de la Orden de cultivar y desarrollar su universalidad. En esta linea quisiéramos ampliar la ya universalidad existente a nivel geográfico y cultural en auténtica universalidad de intereses y de colabora­ción.

 

 

6.         EL FUTURO DE LA PRESENCIA DE LA ORDEN HOSPITALARIA

 

6.1.            Los Hermanos mártires, germen de vida nueva

 

La Vida Religiosa está atravesando una crisis y bus­camos signos que nos confirmen que, a pesar de ello, continuará teniendo un lugar y un valor en el Pueblo de Dios. El Señor ha querido darnos un signo, con el reconocimiento como mártires por parte de la Iglesia a los Hermanos que fueron muertos por su fe, durante la guerra civil en España.

 

El fin de la Vida Religiosa no es salir al paso de necesidades sanitarias, sociales o pedagógicas. Su fina­lidad es testimoniar los valores del Reino, cueste lo que cueste. Nuestros Hermanos mártires pagaron el precio más alto por su fidelidad. Su ejemplo nos re­afirma en la vocación y nos empuja a manifestar con mayor profundidad aquel «amor más grande» (Jn 15, 13) que han demostrado poseer dando la vida.

 

6.2.      El martirio especial padecido por los Hermanos del Este de Europa

 

La vuelta a la escena de los Hermanos del Este de Europa en el núcleo de la vida de La Orden, nos permi­te valorar de nuevo cómo el testimonio de fidelidad a los valores evangélicos por parte de religiosos y reli­giosas es más importante para el Pueblo de Dios en tiempos de dificultad y de crisis que en los tiempos buenos.

 

A pesar de la persecución y la represión sufridas, sin el apoyo de la vida comunitaria, estos Hermanos supieron encontrar caminos y formas pan continuar su servicio a los enfermos, ancianos y disminuidos. Su ejemplo es un precioso signo para nosotros y nos da fuerza para el futuro.

 

6.3.      Las respuestas que podemos dar a las necesidades de nuestra sociedad

 

Nuestra sociedad tiene muchas necesidades, a al­gunas de las cuales podemos responder como perso­nas y profesionales. Como religiosos hospitalarios, po­demos dar algunas respuestas propias, por nuestro ser especial de laicos consagrados.

 

Curación

 

Muchas naciones están traumatizadas por la violen­cia y debilitadas por la pobreza y el hambre. Tienen necesidad de ser sanadas. Como Hermanos, por nues­tra acción hospitalaria podemos llevar la curación de Jesús a esta realidad.

 

Comunidad

 

La sociedad de hoy está amenazada en muchos lu­gares de un progresivo empobrecimiento de las rela­ciones humanas. Para muchos el matrimonio ha termi­nado de ser una institución estable; hay niños que crecen en ambientes familiares donde falta el padre o la madre, o son abandonados en las calles de las gran­des ciudades; se dan jóvenes que no se encuentran en sus casas, y ancianos que son una carga. Ante este pa­norama la sociedad tiene necesidad de hombres que, a pesar de las diferencias de edad, carácter y cultura, sepan encontrarse como comunidad cristiana y vivir una vida que «demuestra al mundo la posibilidad de la convivencia humana y de la realización en común de los valores del Reino»[12].

 

La Buena Noticia

 

El mundo tiene necesidad de conocer la Buena No­ticia de la salvación y del amor del Padre. Como reli­giosos, la anunciamos por nuestras acciones respon­diendo a la llamada de la Iglesia a «presentar a Cristo a fieles e infieles, ya entregado a la contemplación en el monte, ya anunciando el Reino de Dios a las multitu­des, ya sanando a los enfermos…»[13].

 

6.4.      Futura gestión de nuestras obras en las que pueden llegar a no existir Hermanos

 

En la presente reflexión hemos presentado algunas líneas de acción por las que la Orden podrá optar, para afrontar las dificultades inherentes a la gestión de sus Centros Asistenciales.

 

En cuanto al tema específico de la futura gestión de las obras en las que se hará prácticamente imposible la presencia de Hermanos, confiamos poder lograr una gestión eficiente y que responda a nuestros valores y principios por medio de profesionales laicos.

 

En el pasado cuando se disponía de más Herma­nos, la gestión exigió la formación y cuidadosa selec­ción de los Hermanos más aptos.

 

Ei mismo procedimiento se deberá aplicar a los lai­cos que progresivamente asumirán un papel cada vez más importante en la gestión de nuestras obras.

 

Pedimos a los laicos que sintonicen sus valores profesionales y humanos con los de la Orden; pero sólo lo podremos hacer si se los hemos dado a cono­cer. No podemos pretender que los asuman y asimilen por intuición. Para el servicio eficaz de la hospitalidad, los Hermanos realizan un largo y cuidado proceso formativo. Si queremos que los laicos comprendan y promuevan la Hospitalidad en la gestión de los Cen­tros, debemos asimismo invertir en su formación.

 

Si no lográsemos laicos capaces de garantizar una gestión apropiada en dichos Centros, para los que nos faltan Hermanos, no tendremos otro camino que optar por una de las alternativas enumeradas en el punto 5.5 de esta reflexión.

 

6.5.            Análisis de nosotros mismos

 

La renovación de la vida y del apostolado es una responsabilidad constante para los religiosos. Por lo que debemos estar siempre dispuestos a analizar nues­tras experiencias, personal y comunitariamente, y a re­orientarnos según las necesidades y los signos de los tiempos.

 

Este proceso pide apertura, humildad, paciencia y fe. Pide que examinemos juntos atentamente:

 

1)   Nuestro compromiso en la oración, en el estu­dio y en la reflexión.

 

2)   Nuestra vida comunitaria y la pobreza religiosa.

 

3)   La importancia que damos a aspectos externos y materiales, por ejemplo, edificios, vestir, etc.

 

4)   La apertura a nuevos estilos de vida y nuevas formas de apostolado.

 

5)   EI fin y la calidad de nuestras obras.

 

6)   Las iniciativas que tomaría nuestro Fundador hoy.

 

7)   La relación entre nuestros compromisos a lar­go plazo y las nuevas formas de Hospitalidad.

 

6.6.            Principios capaces de renovar el valor de nuestra vocación

 

Fe

 

Nuestra Vida Religiosa Hospitalaria cobra su sentido en la fe, pues que vivimos haciendo visible al Dios misericordioso, que nos espera en el Reino anunciado por Jesús de Nazaret. Tenemos necesidad de profundi­zar esta fe.

 

Oración

 

Orar no significa decir palabras. Oramos cuando somos confiada, amorosa y generosamente conscientes de la presencia de Dios, que nos sigue creando, sal­vando y santificando. Tenemos necesidad de profundi­zar esta conciencia.

 

Fraternidad

 

Hemos sido llamados a ser Hermanos y vivir una vida modelada según el estilo de Juan de Dios, que se consideraba hermano de todos. Tenemos necesidad de profundizar nuestro sentido de fraternidad.

 

Solidariedad con los pobres, enfermos y marginados

 

Lo distintivo de nuestro Fundador era su actitud frente a sus hermanos y hermanas enfermos. No se li­mitó a socorrerles, sino que entró en su sufrimiento para aliviarlo e intentar darle sentido. Tenemos necesi­dad de profundizar nuestro sentido de solidaridad con aquellos cuyas necesidades humanas basilares aún no son atendidas.

 

Sobre estos principios se ha construido nuestra Tradición. Serán los que nos conducirán hacia el fu­turo.

 

6.7.      Vivir la ancianidad en una nueva y más profunda dimensión

 

Frecuentemente se dice que el problema de fondo de la Orden es la disminución de los Hermanos y su paulatino envejecimiento.

 

Dicho envejecimiento es un problema sólo en la medida que hay una disminución de los Hermanos disponibles para el apostolado, en la actividad de nues­tros centros.

 

En sí mismo los Hermanos ancianos no son un problema. La asistencia, que su edad avanzada y sus enfermedades requiere, puede ser un problema logís­tico, pero su presencia entre nosotros es un don de Dios. Son un tesoro inestimable de experiencia, espiri­tualidad y cualidades humanas.

 

Hoy, el retirarse de la actividad profesional no coin­cide con la ancianidad.

 

El arco de la vida puede ser articulado en las si­guientes etapas principales:

 

1)    inicial;

2)     la del crecimiento, trabajo y procreación;

3)     la de la ancianidad.

 

Actualmente tenemos que introducir una nueva etapa entre la segunda y la tercera: la del retiro.

 

Para nosotros se trata de un momento en el que los Hermanos salen del área profesional del apostolado, pero se encuentran todavía capaces de asumir otras muchas actividades apostólicas que enriquecen su vida y la de Los demás.

 

Normalmente pueden ver los acontecimientos ac­tuales con una perspectiva que, basada en las virtudes cristianas de la fe y la esperanza, sitúan nuestras dificul­tades y ansiedades en su justo lugar.

 

Son fuente de piedad y de contemplación, obte­niendo del Señor muchas gracias para sus Hermanos dedicados plenamente a la vida activa.

 

Ocupan un puesto privilegiado en nuestra familia hospitalaria.

 

6.8.      Un grito de esperanza

 

El Espíritu Santo está realizando un gran cambio en la Vida Religiosa. Le está dando una nueva forma y un nuevo lenguaje.

 

En la reciente publicación de la Unión de los Supe­riores Generales Hermano en la Iglesias y en el mundo, leemos que nosotros religiosos, para poder hablar este nuevo lenguaje, debemos alejarnos del centro hacia la periferia o la frontera, lo que exige que atravesemos el desierto. Existe una cita de Jon Sobrino que, en La re­surrección de la verdadera Iglesia, afirma que los vo­tos, por su misma estructura, permiten y exigen vivir seriamente el seguimiento de Jesús, incluso en situa­ciones anormales; que los votos permiten y exigen que los religiosos estén presentes en el desierto, en perife­ria y en la frontera. El desierto se da en los lugares donde no existe nadie.

 

También Juan de Dios pasó por donde no había nadie, En sus días nadie se dedicaba a los pobres, abandonados y a los enfermos mentales.

 

De la misma forma hoy, como hijos suyos, estamos llamados, desde las necesidades, a ir a los lugares donde no hay nadie. Estos lugares no deben ser nece­sariamente aldeas escondidas en las montañas o rinco­nes recónditos de los bosques. Pueden encontrarse tanto en nuestros centros existentes como en una ciu­dad llena de gente en el Tercer Mundo.

 

Donde se encuentren estos lugares, tienen necesi­dad de nosotros y ningún otro está tan libre como nosotros para poder ir.

 

 

7.         CON MOTIVO DEL III CENTENARIO DE LA CANONIZACION DE SAN JUAN DE DIOS

 

Al finalizar esta reflexión queremos emitir una serie de mensajes.

 

7.1.            Mensaje pan los Enfermos y Necesitados

 

Hemos querido que el primer mensaje sea para vo­sotros. Quisiéramos que llegase a cuantos estáis acogi­dos en uno de los Centros de la Orden. Quisiéramos que llegase a todas las personas que sufren.

 

Es muy dificil sufrir. Nos rebelamos contra ci dolor. A veces esta misma realidad nos puede, nos abate. Quisiéramos que supierais descubrir el sentido que el dolor tiene en la historia, en vuestra propia historia personal.

 

La palabra del Concilio Vaticano II ante el mal, el sufrimiento, la muerte, es que en Cristo toman un sen­tido y que fuera de El nos encontramos en piena oscu­ridad.

 

Nos gustaría tener en nuestra mano el remedio para vuestro mal. No es así. A veces os podemos ayudar, otras tenemos que sucumbir con vosotros ante la im­potencia.

 

Como Hermanos, os decimos que nos hacemos cargo de vuestra realidad. No os sintáis solos, os que­remos acompañar en estos momentos difíciles de vues­tra vida, o a lo largo de toda ella, que se ha vuelto difícil.

 

Pedimos por vosotros en nuestra oración. Trabaja­mos por mejorar vuestro mal, por hacer que recuperéis la salud. Quisiéramos que llegaseis a entender el sen­tido de vuestra existencia, aunque este bienestar o esta salud no llegase.

 

Para vosotros un mensaje de paz y de amor de par­te de nuestro Fundador.

 

7.2.      Mensaje a los Hermanos

 

Os mandamos un mensaje de Hermano a Hermano. Tenemos la dicha de poder conipartir la misma vo­cación.

 

Os conocemos personalmente a la mayoría de vo­sotros. Sabemos de vuestros valores, también de vues­tras limitaciones. En estos momentos os invitamos a crecer en vuestra identidad de Hermanos de San Juan de Dios.

 

Valorad vuestra vocación hasta el último momento de vuestra vida, Vividla con ilusión. Hemos intentado hacer una reflexión exhortativa que nos ayude, con motivo del Centenario de la canonización de nuestro Padre.

 

Redescubramos su figura, la de tantos Hermanos y personas que han forjado la Historia de nuestra Orden.

 

Como sus vidas estuvieron llenas, queremos que las nuestras también lo estén, de espiritu de fe, de en­trega al enfermo y necesitado, de sacrificio en función de los demás, de generosidad, de sensibilidad ante el sufrimiento de los otros, de capacidad para captar qué es lo mejor para ellos y de sagacidad para conseguirlo, de sencillez, de humildad...

 

Sabemos que muchas cosas de las que ocurren en la Orden os preocupan. Nuestra vida, los cambios, las nuevas formas, la carencia de jóvenes. Hagamos de nuestra parte cuanto podamos y pongámonos en las manos de Dios.

 

Constatábamos que nuestro momento es difícil. Vi­vamos con la confianza de que Dios nos acompaña.

 

Nuestro mensaje para vosotros sería: «Por el bien de quien sufre, os invitamos a vivir plenamente vuestra vocación. »

 

7.3.      Mensaje a los Colaboradores

 

A todos cuantos colaboráis de una forma u otra con la Orden, os decimos que viváis con satisfacción vues­tra relación con la Orden, sea cual fuere el tipo de vinculación.

 

Queremos hacer evidente el espíritu de San Juan de Dios en nuestros Centros, lo cual no se puede realizar hoy sin vosotros.

 

Os pedimos que intentéis profundizarlo, que lo va­loréis, que lo enriquezcáis con vuestros dones, que lo llevéis a la práctica por el bien de los enfermos y nece­sitados.

 

Os deseamos lo mejor para vosotros y vuestras familias.

 

Os queremos decir unas paiabras específicas dis­tinguiendo los tres grupos, con los que denominamos genéricamente «Colaboradores».

 

Para los trabajadores

 

Os damos las gracias por vuestra dedicación. No hay vocación más grande que la dedicada a que el hombre consiga ser más homhre. Vosotros lo hacéis cuando asistís al que está sufriendo, en el momento en el que se siente limitado.

 

Dignifiquémosle por nuestro trato humanizado, por nuestra ciencia, por nuestra ética, por todos nuestros valores. Dad muestras de vuestra profesionalidad y de la grandeza de vuestra vocación en toda circunstancia.

 

Que tengáis la capacidad de saber estar al lado del que sufre, de acompañarle a integrar todo lo que lleva consigo la enfermedad.

 

No sabemos si se os ha dicho otra vez desde otros niveles. Nosotros os lo decimos ahora: «estamos con­tentos con vuestra colaboración».

 

Mensaje a los Voluntarios

 

Para vosotros unas palabras de aliento. Vemos con gozo el afianzamiento de vuestros grupos en nuestros Centros. Aunque a veces os pueda parecer que estáis un poco perdidos en estos lugares de Salud.

 

Gracias por vuestra dedicación, por vuestro tiempo. Las tareas que realizáis tienen un cariz dignificador: es­cucháis, acompañáis, os preocupáis, queréis, sufrís con quien sufre.

 

 

Animo, continuad con vuestra tarea. Siempre reci­bimos más que damos.

 

Mensaje a los bienhechores

 

Vuestra presencia en la Orden es de larga tradición. San Juan de Dios pudo hacer crecer su labor caritativa, porque recibió muchas ayudas de quienes llegaron a ser sus benefactores. De seis cartas suyas que tenemos como un tesoro, cinco están escritas a benefactores.

 

A muchos de vosotros ni os conocemos. Hacéis una colaboración totalmente desinteresada, anónima. Os damos las gracias, os decimos «Dios os lo pague».

 

Nuestra obra hoy es posible, en gran parte, por los conciertos que tenemos con las Instituciones públicas, pero también llegamos a personas necesitadas sólo por las aportaciones que vosotros nos hacéis.

 

Que Dios os bendiga siempre.

 

7.4.            Mensaje a los Capellanes, religiosos y religiosas de los Centros de la Orden

 

Nos dirigimos a vosotros, porque en el Pueblo de Dios estáis llamados con una vocación diversa de la de los laicos, y compartís con nosotros el servicio al en­fermo o necesitado.

 

Os damos las gracias por vuestro testimonio.

 

Os damos las gracias por vuestra preocupación en la Pastoral, bien sea de Evangelización o de Sacramen­talización.

 

Os damos las gracias por vuestro trabajo y dedica­ción al enfermo o necesitado, en cualquiera de los puestos que ocupéis en los Centros de la Orden.

 

Queremos estimularos en vuestra misión. Sabemos que no siempre es fácil, por la secularización reinante, pero no por eso consideramos sea menos necesario una presencia adecuada de Iglesia, que queremos en­carnar, aunque no siempre lo logramos, y en la que nos sentimos enriquecidos y apoyados por vosotros.

 

EI mundo de la salud, desde nuestra fe, io sentimos necesitado de la presencia salvadora y liberadora de Jesús de Nazaret.

 

Metiéndonos nosotros también en el mensaje que os estamos dando, que no nos cansemos nunca de in­tentar que esto sea posibie. La causa por la que nos hemos comprometido vale la pena.

 

7.5.      Mensaje a los jóvenes

 

Queremos, con motivo de esta ocasión, enviar un mensaje genérico a los jóvenes. Os estáis abriendo a la vida. Sabemos que en este período no siempre se tiene la madurez para actuar. Os deseamos acierto.

 

Nuestro deseo sería también que fuerais capaces de mantener la ilusión, que a veces las dificultades de la vida hacen que perdamos. Que trabajéis por transfor­mar el mundo, para que desaparezca la injusticia, la violencia, la pobreza, el hambre.

 

Nos gustaria que llegaseis a descubrir lo importante que es en la vida saber darse a los demás; nos gustaría que descubrierais la figura de San Juan de Dios.

 

Os invitamos a venir y conocer nuestras obras, a compartir nuestros deseos. Os invitamos a dejaros in­terpelar por Dios en la orientación de vuestra vida.

 

Os deseamos lo mejor para vuestro futuro.

 

7.6.   Mensaje a las Instituciones Públicas

 

La Orden de San Juan de Dios se encuentra en 47 países del mundo. Algunos totalmente organizados en cuanto a servicios sociales, otros aún en ciernes.

 

A cada uno de los responsables de la Saiud y de los Servicios Sociales de estos países quisiéramos que os llegase este mensaje, que os enviamos con motivo de la conmemoración de la canonización de nuestro Fun­dador.

 

Como Juan de Dios hizo en Granada, queremos nosotros continuar la labor iniciada. Para ello pedimos colaboración por vuestra parte, pedimos confianza, pe­dimos racionalización de los servicios, en la que nos encontramos dispuestos a entrar.

 

Nuestro mensaje, desde nuestra pequeña voz, sería de aliento. Como políticos de vuestro país sois respon­sables de los servicios asistenciales del mismo. Esfor­zaos para que el ciudadano pueda vivir con la mayor dignidad y para que cuando esté enfermo o en necesi­dad encuentre los servicios y el trato que en dicho momento necesita.

 

Os emplazamos a que hagáis una auténtica «polis» de nuestra sociedad.

 

7.7.            Mensaje a los Misioneros

 

El III Centenario ha coincidido con el XXV Aniver­sario de la publicación del documento del Concilio Va­ticano II Ad Gentes, que Juan Pablo II ha conmemora­do con la Redemptoris Missio, en la que hace toda una reflexión profunda sobre la Evangelización.

 

Nuestro mensaje va dirigido a cuantos Hermanos estáis trabajando en países en vías de desarrollo y a cuantos trabajadores, voluntarios y religiosas hacen po­sible dicha tarea en donde os encontráis.

 

Valoramos mucho vuestra dedicación. No sabemos si cuando os hemos visitado os lo hemos expresado suficientemente. Sabemos lo que cuesta estar lejos de la familia, aceptar el aislamiento y la soledad, vivir sin las satisfacciones que ofrece hoy nuestra sociedad, tra­bajar con una dedicación fisica de muchas horas, estar siempre dispuesto para afrontar lo imprevisto que, si no lo hacéis, quedará sin realizar.

 

Os estamos reconocidos. No olvidéis que a tnavés del ejercicio de la caridad intentamos ser dignos de Jesucristo. Que Dios os siga sosteniendo en vuestro apostolado.

 

7.8.            Mensaje a los Institutos Religiosos que han brotado en la Iglesia desde la Orden de San Juan de Dios

 

Son varios y en diversos lugares. En Canadá, en Ir­landa, en Alemania, en Francia, en España, en Méjico, en la India.

 

Con ellos mantenemos distinto tipo de relación. Unos han surgido en la Iglesia fundados pon los mismos Hermanos, otros fundados por Hermanos que han salido de la Orden para hacerlo. En otros, la relación ha sido más desde un contacto o inspiración. A todos nuestro gozo de poder compartir el don de la Hospitalidad.

 

Con muchos, en la misión prácticamente estamos dedicados a las mismas personas; a veces, hasta traba­jamos en los mismos Centros.

 

Como San Juan de Dios ha velado sobre nuestra Orden, estamos seguros que lo está haciendo también sobre vuestras Instituciones.

 

Con motivo de la celebración de este Centenario, nos ofrecemos de nuevo para cualquier colaboración. Quisiéramos fomentar nuestra unión en la oración y en la amistad.

 

7.9.            Mensaje a cuantos tienen a San Juan de Dios como Patrono

 

No sabemos si conocéis la celebración de este Cen­tenario. Es culpa nuestra por no haber llegado a voso­tros con suficiente información. Queremos, no obstan­te, enviaros nuestro mensaje.

 

Si tenéis a San Juan de Dios como Patrono, es por­que alguna faceta de su vida ha hecho que vuestra Ins­titución, civil o religiosa, se viera reflejada en ella y asumiera esta protección en la misión que está llamada a desempeñar en la sociedad.

 

Os invitamos a conocer a nuestro Santo. Diríamos hoy que es una figura polivalente, con muchos rasgos de su personalidad puestos al servicio de los demás, que pueden servirnos de estímulo.

Os invitamos a poner ilusión en vuestra vida, a pe­sar de las dificultades. Juan de Dios puso mucha en su obra y por ello cautivó a quienes le conocieron.

 

Os enviamos también nuestro reconocimiento a vuestra labor. Estaremos siempre unidos en la memo­ria de San Juan de Dios. Gracias por escucharnos.

 

 

8.             CONCLUSION

 

Nosotros, miembros del Definitorio General, somos plenamente conscientes de la responsabilidad que te­nemos en orden a animar la Orden, de tal forma que el espíritu de Hospitalidad de nuestro Fundador perma­nezca vivo en el mundo.

 

Juan de Dios sigue vivo en el tiempo. Sigue vivo en nuestra memoria y en nuestras tradiciones. Pero debe de seguir viviendo en nuestras acciones y en nuestras actitudes.

 

Hemos elaborado este mensaje con la esperanza de que cada Hermano de la Orden sienta que ha estado pensado y articulado para él personalmente. No hemos querido que sea una palabra de circunstancia, sino una palabra verdadera.

 

Vivamos el presente y el futuro, de modo que nues­tros sucesores, cuando celebren el IV Centenario de la Canonización de nuestro Fundador, puedan decir con más derecho que nosotros lo hacemos ahora:

 

«SAN JUAN DE DIOS SIGUE VIVO»



[1] DCC, 1988, pág.

[2] Ibid, pág.

[3] Const., 1.

[4] Ibid., 2-6.

[5] Const., 27-35.

[6] Ibid., 26;38.

[7] Ibid., 103.

[8] Ibid., 44.

[9] Ibid., 45.

[10] Ibid., 48.

[11] Ibid., 51.

[12] Const., 26 b.

 

[13] Vat II, L. G., 46.

 
 

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